La madre: obra maestra

A todas mis compañeras de EspaciosFemeninos.com les traigo algunas reflexiones sobre una figura tan importante como es la madre. Por ello, en la sección Rimando sentimientos les comparto un artículo maravilloso de mi apreciada y admirada poetisa: Gabriela Mistral titulado “La madre: obra maestra”.

En ese artículo Mistral de forma pedagoga y amorosa nos hace caer en cuenta el inmenso papel que juegan nuestras madres en la vida. Desde el primer paso que dimos al aprender a caminar, hasta todos los caminos andados en cada una de las travesías que nos han tocado sortear.

Reseñaré algunos extractos de “La madre: obra maestra” para quien quiera leer un poco más solo debe hacer clic en el enlace que la llevará al texto completo:

El amor de la madre se me parece muchísimo a la contemplación de las obras maestras. Es magistral, con la sencillez de un retrato de Velázquez; tiene la naturalidad del relato en la «Odisea’, y también la familiaridad, que parece vulgar, de una página de Montaigne. No hay dramatismo histérico ni alharaca romántica en los días de la madre. Su vivir cotidiano corre parejas con la de una llanura al sol: en ella, como en el llano agrario, la siembra y la cosecha se cumplen sin gesticulación, dentro de una sublime llaneza.

A nadie le parece maravilloso que la mujer amamante. El amor material, al igual de la obra maestra, no arrebató a su creadora, ni asusta, por aparatosa, a su espectador. Aquel bulto doblado de palmera de leche, que se derrama sin ruido dos horas al día, no se nos ocurre que sea asunto de dolor. Pero recordemos al indiferentón que pasa sin mirar a la doblada que esa leche no es cosa aparte de la sangre, que es la manera que la sangre inventó en la mujer para sustentar, y el que no había parado mientes tal vez quede un poco azorado… La sangre de él se dio alguna vez en préstamo a un enfermo, pero nunca se regaló diez y ocho meses y de este modo admirable.

Nadie se asombra tampoco de que la madre tenga desvelo y goce sólo la mitad de su noche. El hombre ha hecho vigilia de soldado en un cuartel o tuvo noches de pescador en alta mar o ha cumplido el velorio de sus muertos algunas veces en su vida. El desvelo de la madre le parece cosa normal, como la pérdida de la luz a las seis de la tarde; y es que, sin saberlo, el varón asimila el dolor de la mujer a cualquier operación de la naturaleza. Lo turbaría sólo el que las madres, al fin, cansadas, rompiesen la cuerda de su costumbre. 

(…)

El cariño materno tiene el mismo absurdo del amor de Dios por nosotros. Vive, alimentado o abandonado; no se le ocurre esperar «retorno» y apenas para mientes en el olvido. La zarza ardiendo asustó a Moisés; pero a ningún hijo le turba esa otra zarza que, al lado de él, se quema sin soltar ceniza, sin ralear la llama, ancha y alta como la hoguera de la ceiba cuando sube entera.

(…)”

Compañeras espero que muchas se vean reflejadas en estas líneas. Por mi parte, es un pequeño homenaje a mi madre, quien partió al viaje sin retorno el 13 de agosto de este año. Para ella, y para todas las madres del mundo, son estas reflexiones.

La madre: obra maestra
Angélica Hernández @EspaciosFemeninos Imágenes: IA Leonardo
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