Oficialmente ya estamos en otoño aquí en España. Culminó para la mayoría de las personas la temporada vacacional. El verano es parte de recuerdos de viajes a playas, pueblos de alguna provincia o sencillamente muchas horas de ocio en casa luchando con el calor de Sevilla u otra ciudad. Sin embargo, mi verano resultó en un viaje agridulce a mi querida Venezuela.
Este agosto logré viajar a mi país después de seis años, ya se imaginarán los sentimientos encontrados que tenía porque vería a mis padres, hermana, sobrinos, amigos y mi familia materna ubicado en el nostálgico pueblo de Aragüita, estado Miranda, donde crecí junto a mis padres y hermanas.
Sin embargo, el viaje se volvió agridulce a Venezuela por la ya conocida situación de inestabilidad política que se vive en nuestro país. Además me tocó llegar una semana después de los resultados electorales con las calles revueltas, marchas y contramarchas.
Encuentros amorosos
A pesar del caos, mi Venezuela siempre nos da alegría a todos los que pisamos el emblemático suelo del Aeropuerto de Maiquetía. Al aterrizar el avión todos los que estábamos en el vuelo aplaudieron, cantaron y muchos lanzaron gritos de felicidad.
De esta manera empezaron los encuentros amorosos con nuestra gente. Mi caso en particular resultó en un constante encuentro amoroso con mi gente querida, que se inició con los abrazos de la familia de mi esposo, luego mis padres, hermana y sus hijos.
Días después los encuentros se extendieron a los amigos que son como hermanos, lugares especiales y mi casa. Me concentré en este viaje agridulce a Venezuela en todo lo bueno, sorteando cierres de calles, apagones y demás situaciones inesperadas que son comunes para los venezolanos que continúan en nuestro país.
En fin, mi agosto definitivamente fue diferente a los últimos cinco años de mi vida y le doy gracias a Dios por ello. Siempre he creído en el amor y la amistad, creencias que reafirmé en mi Venezuela. Por ello, comparto lo bonito de mi viaje en imágenes, dejando a un lado otras vivencias no tan placenteras que no vale la pena mencionar. Además, lo negativo se lo dejamos a los medios de comunicación y las redes sociales.