Ser emigrante es como volver a nacer. Llegas a un nuevo país a reaprender muchas cosas: cómo debes sacarte tu tarjeta de identificación, cómo son los trámites para homologar tus estudios, y en ocasiones estudiar nuevamente. Es, definitivamente, un nuevo inicio, un nuevo comienzo.
Emigrar, es crearte un nuevo destino, en esa tierra donde elegiste reescribir tu historia en solitario o con familia. Es como cuando un niño abre sus ojos recién nacido, y empieza su viaje de aprendizaje por la vida.
Y como todo comienzo resulta difícil al principio, porque surgen emociones muy comunes ante lo desconocido: temor, miedo, angustia, tristeza, nostalgia, añoranza; otros, por el contrario, siente alegría, curiosidad, ansiedad, entusiasmo, euforia y deseo.
En fin, son muchas sensaciones las que vive aquella persona que decidió, un buen día, recorrer nuevos caminos lejos de los ya aprendidos de nacimiento; a quienes invito a transitar con emociones positivas, dejando poco espacio a lo negativo que, en muchas ocasiones, nos paraliza y no deja que avancemos.
De allí, que la valentía, la esperanza, el amor, la empatía, la confianza, el respeto, la paciencia y el optimismo deben guiar ese nuevo horizonte hacia el cual nos dirigimos todos los que somos inmigrantes.
Vale la pena recordar lo que decía el popular poeta español Antonio Machado en uno de sus célebres poemas: “…caminante, no hay camino, sea hace camino al andar…”👣👣👣